Por Hernán Ceccato
Los Beatles y James Bond, el impacto en la cultura popular
El 5 de octubre de 1962 fue un día de profundo impacto para la cultura pop británica, el lanzamiento de dos productos fundamentales de la incipiente sociedad de consumo masivo, que se comenzaba a manifestar a través de la música y el cine. Por un lado, el sello discográfico Parlophone saca a la venta el primer sencillo de un grupo de jóvenes músicos que se hacen llamar “The Beatles“. El lado A incluye “Love Me Do”, y el B, “P. S. I Love You”. Ambas composiciones llevan la firma de John Lennon y Paul McCartney, y se consideran las primeras grabaciones del icónico cuarteto de Liverpool.
En paralelo, las principales salas de cine estrenan “Dr. No“, de Terence Young, primera aventura cinematográfica del agente 007, interpretado en aquel entonces por Sean Connery. El film se convirtió en un rotundo éxito de taquilla, ubicó al personaje del espía británico en un sitio privilegiado y aseguró su existencia a lo largo de una franquicia que abarcó 25 películas.
Esto era solo el comienzo de una revolución cultural de características liberadoras que terminaría trascendiendo las fronteras británicas y dejaría su huella en el resto del mundo. El ambiente artístico de la época estaba floreciendo notablemente, con obras de teatro, películas, tendencias estilísticas, modas, revistas, y la vida misma de los habitantes londinenses. Es en ese contexto donde la música de los Beatles y las películas de James Bond irrumpen con poderío en el imaginario colectivo de los consumidores.
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Como ya se dijo, se considera el 5 de octubre de 1962 como el “nacimiento” de ambos fenómenos, el cuartero de Liverpool y el agente con “licencia para matar”. Y aunque el impacto quizás no se haya llegado a percibir en el momento de su detonación, sin dudas las repercusiones se siguen evidenciando en la actualidad. La aparición de “Love Me Do“, primer sencillo de The Beatles trajo un nuevo aire a la escena musical contemporánea, una suerte de nueva corriente con la voz de la juventud como protagonista.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial estuvieron marcados por profundos cambios en la economía de Gran Bretaña, una nación que comenzaba a mostrarse debilitada y ya no como la potencia militar y política que supo ser durante décadas. Las corrientes artísticas siempre han tenido la posibilidad de construir parte de la identidad de los pueblos, y establecer diversas formas de entenderse a si mismos. El autor del libro “Love and Let Die: Bond, The Beatles and the British Psyche“, John Higgs, explica que luego de la Segunda Guerra Mundial el “sentido de la identidad británica había desaparecido y se necesitaba una nueva. Allí es donde Bond y los Beatles -y la adopción de lo moderno- entraron en juego. Nos dieron ejemplos de lo que queríamos ser“.
La repentina caída de la “identidad imperial” y el crecimiento de una extensiva sociedad de consumo sentó las bases para una transformación radical de los valores británicos, encabezada por la cultura popular. Los Beatles, músicos de clase obrera del norte de Inglaterra con escasa formación académica, desafiaron todas las ideas preconcebidas sobre dónde podía surgir el arte. Su aspecto era sorprendentemente andrógino, sus acentos no se diluían y sus seguidores los adoraban. “El sonido y la imagen únicos de la banda sugirieron al público joven que el éxito no significaba seguir un camino prescrito“, explicó Christine Feldman-Barrett, autora de “A Women’s History of the Beatles“. “Los Beatles demostraron que probar algo nuevo y canalizar tu talento -sin importar tu origen o quién fueras- podía ser una combinación ganadora. Fue un mensaje poderoso en 1962. Parecía anunciar el futuro. Y dado el protagonismo de las mujeres jóvenes en los primeros años de la banda -incluidas sus devotas fans femeninas-, era un futuro que también incluía a las mujeres como protagonistas. En este nuevo y vibrante mundo que simbolizaban e implicaban los Beatles, todo el mundo importaba, y todo el mundo era bienvenido a participar en la diversión“.
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“Love Me Do” alcanzó el puesto 17 en las listas británicas, el primer paso de un ascenso meteórico a un estrellato musical sin precedentes.
Al igual que los Beatles, la versión cinematográfica del agente 007 estableció un nuevo modelo para el costumbrismo británica. Desde su primera aparición en 1953 en las novelas de Ian Fleming (padre/creador del personaje), Bond era presentado como una figura reaccionaria. Fue la elección de Sean Connery, un actor de clase trabajadora y antiguo culturista de Edimburgo, lo que transformó al Bond de la gran pantalla en un héroe dinámico y modernizador, apto para los años sesenta.
Puede parecer obvio por qué las exóticas aventuras de Bond y las estimulantes melodías de los Beatles atraían a los adolescentes de la Gran Bretaña de posguerra, pero su éxito en todo el mundo es probablemente más vital para su legado perdurable. Representaban una identidad británica más joven y, sobre todo, más amistosa que la de los colonialistas con casco que habían exportado el estilo de vida británico durante los siglos anteriores.