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115 años de corazones pintados de rojo y negro

Este martes 5 de mayo Colón cumple 115 años y Enrique Cruz hizo una editorial. ¡Escuchala!

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Enrique Cruz

La pasión es una emoción crónica, escribió el poeta cuando todavía Colón no se había fundado, no había nacido. Quizás haya tenido una premonición. Quizás algún ser celestial lo haya iluminado para describir de manera tan perfecta y en tan pocas palabras, lo que luego iba a transmitirse, como los apellidos, de generación en generación. Una emoción crónica. Como esas “enfermedades” que no matan, aunque ellos, los hinchas, canten que cuando se mueran, quieren que su cajón esté pintado de rojo y negro como su corazón. Hay centenas, millares de nombres que hicieron su aporte para construir esta historia que comenzó a escribirse hace 115 años. Pero me voy a detener esta vez en dos. En Francisco Ghiano, aquél hombre que llegó desde Rosario, que palpó enseguida la intensidad de ese sentimiento cuando Colón no tenía ni equipo ni cancha, sólo el inmenso valor de esos corazones palpitantes y esperanzados. Ghiano puso el dinero, compró el predio y construyó la cancha en el barrio Centenario. Se dio el gran gusto de inaugurarla ante Boca, de tenerla a Evita dando el puntapié inicial en un clásico al año siguiente y de introducir a Colón en el mundo del fútbol grande en 1948. El otro fue Ítalo Giménez, aquél aventurero que llegó a vivir en una piecita en la parte de atrás de la sede de calle San Jerónimo y al que tildaron de loco y aventurero cuando quiso llevar –y lo consiguió- a Colón desde la C a la A, con una epopeya intermedia en ese inolvidable 10 de mayo de 1964, cuando cayó el Santos de Pelé y dio paso al nacimiento de la leyenda del Cementerio de los Elefantes. Las 20 mil personas en Córdoba en aquella jornada de junio de 1993, cuando la ilusión del retorno a Primera quedaba despedazado en aquellos penales ante Banfield, y las 40 mil en Asunción del Paraguay, dejando atónito a todo el continente más allá del dolor de haber perdido la final de la Sudamericana, son las fotos perfectas que retratan ese amor sin límites. Pasan los dirigentes, los entrenadores y los jugadores. Algunos honraron esa camiseta sangre y luto, se la pusieron con orgullo y supieron que cada esfuerzo, cada gota de transpiración podía ser el único motivo de alegría en ese hogar humilde, de necesidades y postergaciones, pero que se olvidaba de todas las penurias cuando cada domingo llegaba el consuelo de ver ganar a Colón.

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 Daniel Córdoba, el profesor Córdoba, me decía ayer que se le pone la piel de gallina cada vez que le toca hablar de Colón. Que vio la final con los ecuatorianos junto a su hijo. Que antes del partido le dijo: “Yo te voy a mostrar lo que es Colón, el club que dirigí y por el que me bastaron seis meses para enamorarme…. ¿Ves?… ¿Ves esa tribuna, y esa otra, y esa otra y esa otra? Es toda gente de Colón… Eso es Colón… Y están en otro país y a 1000 kilómetros de su ciudad” Será así, se transmitirá de generación en generación como el apellido. En cada rincón de la ciudad, en cada hogar humilde, postergado, lleno de necesidades materiales e inundado de amor verdadero, siempre Colón será motivo de alegría y esperanza. Un día, le preguntaron al niño humilde cuál había sido el mejor regalo. Ni siquiera contestó. Esa noche, le pidió permiso a su madre, sacó del ropero la camiseta de Colón y durmió con ella. Esa noche soñó que hacía los mejores goles, que lo llevaban en andas, que el Brigadier López, repleto, cantaba con estruendosidad su nombre. Vio el rostro feliz de sus padres en la platea. Dio la vuelta olímpica y se despertó. Fue un sueño. El mejor, el más puro. Lo hizo feliz todo el día. Y así repitió, todas las noches. La camiseta y el sueño… Quizás el tiempo pase, ese niño crezca y el sueño se le haga realidad. Si así fuere, habrá nacido desde aquella camiseta sangre y luto que sus padres le compraron con tanto sacrificio y que, para él, se habrá transformado en el mejor de los regalos. Feliz cumpleaños Colón!!!!

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