Ley de Etiquetado Frontal
La Ley de Etiquetado Frontal aprobada por amplia mayoría en el Senado y en Cámara de Diputados, en sesiones maratónicas y con apoyo transversal de distintos bloques, todavía no arroja frutos en la realidad. El entramado de la ley concedía a las empresas un tiempo de adaptación generoso: 9 meses a partir de su sanción en octubre de 2021 y otros 6 adicionales si las firmas solicitaban prórrogas para readaptar los envases o bien la composición de nutrientes y así evitar el sello. El plazo para PyMEs y cooperativas era más laxo aún.
“En nuestro país es algo que lleva un proceso muy largo y esto parte de lo mismo. A su vez hay muchos intereses en relación a esta ley desde muchos lugares y creo que siempre hay trabas para que eso salga de forma fluida”, dijo.
“Esta ley está pensada como una herramienta de salud para todos”, sostuvo Gudiño y explicó: “El consumo de las azucares, sal y ciertos componentes de los alimentos generan muchos problemas de salud y tiene que ver con el acostumbramiento de nuestro paladar. Nadie nace con una percepción alta al azúcar y a la sal sino que es algo que la industria construye y lo que hace es que perdamos la conexión con los alimentos”.
En esta línea, continuó: “Si todas mis experiencias con los alimentos son iguales, llega un punto que me desconecto mucho y me da todo lo mismo. Vale la pena proponer que el consumo de azúcares y sales sea menor”.
Milagros Gudiño hizo hincapié en sentar bases en la educación nutricional. “Lo principal es la educación en las escuelas porque no nos enseñan a conectarnos con los alimentos”, concluyó.
