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La editorial de Enrique Cruz en el aniversario 24 de La Primera por SOL 91.5

Enrique Cruz escribió una especial editorial en el aniversario Nº24 de La Primera por SOL 91.5.

(Para escuchar el audio desde el celular apretá en “listen in browser o escuchar en el navegador”)

La Primera cumple 24 años en el aire de SOL 91.5

Este miércoles 16 de febrero es un día especial para los periodistas deportivos de SOL 91.5. Hoy, La Primera, cumple 24 años al aire de manera ininterrumpida en el dial.

 

El programa deportivo de la mañana es el elegido por los santafesinos. Son ellos los protagonistas de esta historia que surgió en 1998 y que se convirtió en la compañía diaria en la ciudad de Santa Fe.

 

Enrique Cruz, periodista de SOL 91.5, escribió una especial editorial para celebrar el aniversario 24 de La Primera. El agradecimiento es para los oyentes del primer día y de quienes se fueron sumando a lo largo de estos años.

 

 

 

 

“-Vamos a empezar el lunes…

-¿Te parece?… ¿Y si esperamos?

-¿Esperar qué…? ¿Hasta cuándo van a esperar?… Vamos, arranquen de una buena vez… Y si hay algo que solucionar o ajustar, lo hacemos sobre la marcha… ¿O tienen miedo?

Recuerdo el calor de aquéllas reuniones. El calor de afuera (típico de un verano cualquiera de Santa Fe) y el calor de adentro. Porque sobraron discusiones, porque había dudas, porque llegábamos a una radio (FM SOL) que estaba totalmente impuesta en tiempos en que la gente escuchaba música en las FM. Juan Vega, dueño de la emisora, también pegaba el salto con nosotros. Sacrificaba la popularidad creciente y dominante de su radio musical por el intento de un cambio profundo: una radio de programación enteramente deportiva y en los canales de frecuencia modulada. Ni más ni menos que un formato periodístico de AM, llevado a la pulcritud audible de la FM. ¿Funcionará?

Para nosotros, el salto era aún mayor. De un lado, Carlos Larriera con su Mano a Mano en LT9. Del otro, Guillermo Tepper con su Cuarto Poder por LT 10. La gente se despertaba con ellos en Santa Fe, era la hora de saber qué pasaba con la política, con el tiempo, con los servicios, con las noticias que dominaban el mundo y que eran tapa de los diarios. ¿Y nosotros?, ¿nos escucharán hablar de Colón y de Unión a esa hora?

Pero, como alguna vez dijo Ralph Emerson, “los retos hacen que la vida sea interesante; superarlos, es lo que hace que la vida tenga sentido”. Y aquél 16 de febrero de 1998 decidimos subirnos, entre miedos, sospechas ciertas de un fracaso que era posible, a la escalera de aquél trampolín del que nos iban a empujar al precipicio sin saber si íbamos a tener agua en el final de ese trayecto.

Y allí, apareció el mayor tesoro que encontramos en este largo camino de 24 años: la gente. Recuerdo que habían pasado un par de semanas, no más. “Che, ¿y si abrimos los teléfonos para que la gente nos llame?… ¿Llamará alguno?”, fue una idea tirada al aire, rematada de inmediato por la duda existencial… Ese ¿llamará alguno?, tenía una gran dosis de temor, venía impregnado por el espanto de un fracaso que, sabíamos, era una chance no deseada pero no por eso ignorada o posible.

Recuerdo que era un miércoles, quizás de fines de febrero ya o no tanto. No importa. Abrimos los teléfonos a las 8.30, por si nadie llamaba. “Falta media hora para las 9, no pasa nada, si no llama nadie, pasará inadvertido”, pensamos. Recuerdo que era un miércoles porque ese día me pude quedar un rato más en ese añorado entrepiso de la la Galería Rivadavia, sobre calle La Rioja. Creo que eran las 10 de la mañana y las líneas rotativas (eran 3, no se crean que derrochábamos opulencia) no paraban de sonar. Ya no para salir al aire y hablar de fútbol, sino para decirnos la mejor música que podían resonar en nuestros oídos: “Muchachos, los escucho todos los días”.

Al poco tiempo, con apenas dos meses y medio al aire, jugaba Colón por la Libertadores ante Olimpia de Paraguay en el mítico Defensores del Chaco. La noche de los penales de Burtovoy. Obvio que allí estábamos y transmitimos el partido. Arrancamos la previa tres o cuatro horas antes, no recuerdo. Pero lo llamativo fue después. El Defensores del Chaco cerraba sus puertas y había dos opciones: cortábamos la transmisión desde allí o nos quedábamos a dormir allí. Volvimos al hotel. Había una cena preparada para los que volvíamos de la cancha, que incluía al resto de los colegas santafesinos. Año 1998, tiempos de escasos celulares y tarifas altísimas en el caso de conexiones internacionales. Entre una cosa y la otra, ya habían pasado más de dos horas del cierre de la transmisión. Y creo que unas cuatro desde el final del partido. O posiblemente algo más. De pronto, teléfono desde Santa Fe. Había que salir al aire. “¡¿Al aire?!, pero si son las 3 o 4 de la mañana!!!!”, fue lo primero que pensamos. Y del otro lado, el Chavo Cappelletti, en estudios centrales, que se regocijaba poniendo oyentes al aire. Lo nuestro se había convertido en un simple apoyo, desde el lugar de los hechos, pero apoyo al fin. Y orgullo. Nuestros oyentes, nuevitos, fieles, leales desde ese primer momento, nos estaban haciendo el “caldo gordo” de convertirnos en depositarios de su confianza y su aceptación. Ya éramos felices: habíamos encontrado el mejor de los tesoros.

“Yo te escuchaba cuando mi viejo me llevaba en el auto a la escuela”, es una frase que escuchamos a diario y que nos llena de alegría. Aquéllos niños ya dejaron de serlo, se transformaron en jóvenes y ya algunos en adultos. Y quizás también le transmitieron a sus propios niños aquélla costumbre de prender la radio a las 7 de la mañana y escuchar la “musiquita de La Primera”.

Dicen que la permanencia y la perseverancia a pesar de los obstáculos y las dificultades, es lo que distingue a las almas fuertes de las débiles. En este caso, agrego algo más: la gente, el hincha. A ellos y en ellos nos rendimos, con un gracias… Un gracias que ya tiene 24 años… Un gracias que es eterno y totales”.

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