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El plan para asesinar a un juez y un fiscal, incluía también a un jefe policial

El plan que se proponía matar al juez de Instrucción Juan Carlos Vienna y al fiscal de Cámaras Guillermo Camporini, detectado en escuchas de la Justicia federal, también incluía la eliminación de un policía. El apuntado era el comisario Luis Quebertoque, de la Brigada Operativa de la División Judicial de la Unidad Regional II, una de las secciones con protagonismo en la persecución a los grupos acusados de delitos violentos y conectados al narcotráfico, entre ellos la banda de Los Monos. 

La existencia del complot se desprende de una secuencia de escuchas entre dos presos. Uno es Germán Almirón, un suboficial de 32 años que está detenido en la Alcaidía Mayor de Jefatura, acusado de facilitar la fuga de Juan Domingo Ramírez, un sicario de Los Monos, el 16 de enero pasado. Su interlocutor era Arón Treves, de 29 años, preso alojado en Coronda por el asesinato de Gustavo Serra en un after de Maipú al 800, en noviembre de 2012, y por trasladar dos kilos de pasta base de cocaína en un auto en la zona sur rosarina, razón que motivó su captura en diciembre de ese año. 

La incipiente investigación establece que el policía Almirón y Treves se conocían hace años. Y que el primero, que trabajaba en la División Judicial, indujo al segundo a presentarse a declarar en la denominada Causa Monos, por la que Vienna procesó en febrero a 36 personas, entre ellas 13 efectivos policiales en actividad. 

El sumario por el que Almirón cayó preso fue conducido por un camarada de su misma dependencia: fuentes judiciales señalaron que fue Quebertoque quien descubrió que Ramírez había pagado por su huida y que Almirón lo había favorecido para concretar desde el corazón de Jefatura un escape increíble. La causa de esta fuga con ayuda está en manos de la jueza Alejandra Rodenas, quien estaría a punto de resolverla. 

La imputación dejó a Almirón tras las rejas y, según fuentes judiciales, inflado de resentimiento hacia su colega. En una conversación del domingo pasado, Treves le dice a Almirón: “Yo quiero hacer uno sí o sí. Tanto sea Salchicha o comerme un traidor. Ese Judas hijo de puta, averiguame todo lo de Judas que yo les mando a los pibes”. “Judas”, señalan las fuentes, es Quebertoque, así motejado por “traicionar” a su colega de oficina al detenerlo por permitir la evasión de Ramírez. 

Estos diálogos del domingo 16 llegaron al despacho del juez federal Carlos Vera Barros el pasado miércoles 19. Ese mismo día el magistrado los remitió con un sello de urgente trámite al fiscal general de la provincia Julio de Olazábal por inferir que se preparaba un atentado contra la vida de un juez, un fiscal o funcionarios judiciales. El caso lo lleva el fiscal rosarino Aníbal Vescovo. 

En los dos oficios remitidos, quienes dialogan se refieren a Vienna de varios modos: “Arroz con salchicha”, “Pancho”, “Salchichón” o “El viejo”. A Camporini, que tuvo alta exposición mediática en la causa Monos, lo llaman “Bocón”. 

En las escuchas, Almirón le dice a Treves que al día siguiente obtendrá la dirección en una localidad del departamento Rosario donde “el viejo” tiene una casa. Efectivamente Vienna tiene una vivienda en la población mencionada. “Aguantame un par de días que voy a hablar con mi abogado que me averigüe el de acá, el del edificio cerca de Tribunales”. La voz atribuida a Treves replica tener dos pibes —se supone sicarios— para encargarse del asunto. Menciona dos apodos: Anteojito y Crysler. 

Desde el teléfono adjudicado a Almirón se escucha decir: “El de Judas te lo averiguo, ya sé dónde es el lugar, ¿me explico?”. Su interlocutor repone: “Bueno boludo, pero en serio, no lo dejemos enfriar porque si no voy a quedar como un charlatán”. Quien se sospecha es Almirón insiste: “Te doy la dire exacta, el artefacto en el que se está moviendo, el color y todo, los horarios de oficina, ¿entendés?”. Y Treves cierra: “Dale, listo, espectacular. Dalo por hecho”. 

En otro momento Almirón le dice a Treves que a Vienna lo puede “enganchar cuando sale del tribucio (tribunales) en el auto”. Este responde que el vehículo probablemente sea blindado, y el policía replica: “No boludo, no hay nada de eso, todo verso, olvidate, todo mentira. está regalado. Te digo más, tiene un caniche toy, que se lo llevan a tribunales, sale caminando y se va paseando al caniche toy. está regalado”. El juez en efecto tiene un perro de esa raza, pero en Tribunales desmienten que el magistrado tenga el hábito de llevarlo a su oficina. 

Esta vez el panorama va más allá de una intimidación. La idea de que hay un plan en marcha recorre las conversaciones transcriptas en casi 30 páginas. “Hasta que no maten un juez o un fiscal en Santa Fe todo va a seguir igual”, dice la voz del celular adjudicado al policía Almirón. 

Estas escuchas no se hicieron en Rosario. Las efectuaba en Buenos Aires la División Operaciones Federales de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal. El complot presunto se descubrió por completo azar. El teléfono del policía Almirón era seguido en una causa que inició el fiscal federal Juan Murray en septiembre. Por este trámite Vera Barros procesó el martes a seis rosarinos involucrados en un tráfico de 80 kilos de cocaína, cargamento interceptado en febrero en Metán, Salta. 

La discordia

Cuando ya estaba preso Aron Treves, según fuentes de la investigación, fue inducido por Almirón a aportar información en el juzgado de Vienna en la causa Monos. Se desconoce el contenido de su aporte, si es que éste existió. Lo que sí dicen fuentes judiciales es que Treves quedó convencido de que iba a ser aliviado en las otras causas en su contra por su contribución. Algo que al menos Vienna no podía asegurarle: Treves está procesado en ambas causas por otros magistrados y va camino a juicio. 

Fue así que Treves, que lleva 15 meses preso, comenzó a impacientarse. Es en ese contexto, deslizan los pesquisas, cobra sentido lo que Almirón le dice: “Camporini le dice a Vienna que no te tienen que dar la libertad a vos ni a mi tampoco (…) Yo los voy a denunciar a los dos. Yo sé que me como el plenario (juicio) pero vos aguantá”. 

Sigue Almirón diciendo a Treves: “Vienna le dice a Camporini que Romero o Quebertoque, me inclino más por Quebertoque, les haya dicho de la amistad nuestra. Me tiró mierda, es así de corta”. Cristian Romero es el jefe de la División Judicial donde Quebertoque, que apresó a Almirón, es uno de los superiores. 

Este diálogo expone alusiones a despliegues de influencias en el Poder Judicial y en el Poder Ejecutivo. Son referencias erráticas y oscuras sobre las que se encadenarán múltiples interpretaciones. Dice Almirón: “Salvador (se ignora quién es) va a hablar con el ministro de Seguridad y se lo va a pedir él, Lamberto, cosa que Camporini no pueda negarse. Si el ministro le da el OK en una semana te vas, 10 días a lo sumo, y esperás el juicio en tu casa”. 

Se interpreta que Almirón le dice a Treves que alguien hablará con el ministro de Seguridad Raúl Lamberto a fin de que este interceda para que le den prisión domiciliaria a Treves por el homicidio de Gustavo Serra en un garaje de Maipú al 800. Treves será juzgado en forma inminente como partícipe y no como ejecutor del asesinato. En este caso los que abrieron fuego nunca fueron hallados. Pero Treves fue captado por las cámaras de seguridad del estacionamiento y está con procesamiento confirmado. 

Fuentes policiales consignan que Treves tiene un rencor visceral por dos miembros de Los Monos: Ariel “Guille” Cantero y Ramón “Monchi” Machuca. Y que el plan incluía usar “la herramienta” (el arma) para los atentados y luego depositarla en la vivienda de Patricia Celestina Contreras, la madre de Guille y del fallecido Claudio Pájaro Cantero, a fin de incriminarlos. Esto, según esta línea policial, iba a hacerse mediante un policía.

Fuente: Diario Uno
Foto: Fiscal Camporini y el juez Vienna

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