Ayuda humanitaria
La santafesina Silvana Zalazar vive desde los 23 años en España. En la actualidad, con sus 43 años de edad, decidió viajar hasta la frontera entre Polinia y Ucrania para brindar asistencia humanitaria a los centenares de ciudadanos que buscan refugio en el país vecinos, en medio del conflicto bélico con Rusia. Su actividad comenzó como un voluntariado a partir del traslado de diferentes insumos en una furgoneta y luego, con el incremento de la ayuda de vecinos y ciudadanos, la asistencia pudo ampliarse.
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En diálogo con el programa Malas Costumbres en Sol Play 91.5, Zalazar relató su experiencia y las sensaciones que genera el trabajo humanitario en un contexto tan complejo.
“La gente lo pierde todo”
“Aquí (en España) yo tengo un restaurante. Tanto a mi como a todos, creo, el tema de la guerra nos afectó muchísimo. Sobre todo porque estamos muy cerca”, comenzó a relatar Silvana. “Veíamos imágenes, y gente que con sus coches intentaban ayudar de la manera que fuera, con alimentos, con leche, medicamentos, con lo que sea. Así se me ocurrió la idea de hacerlo, en ese momento, con una furgoneta”.
“La gente se volcó tanto en la causa, que empezaron a traerme de todo, entonces la furgoneta quedó pequeña. Ahí pensé en la posibilidad de alquilar un auto caravana”, contó.
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Cuando Zalazar comenzó a relatar las experiencias vividas en semejante contexto, no dudó en asegurar: “La gente lo pierde todo”. Desde su actuación como voluntaria pudo estar al alcance de diversas historias de vida, y compartió algunas de las imágenes que permanecen en su memoria. “No hay nadie que se lleve más que una simple maleta. Con situaciones de gente que no puede hablar el idioma, porque entre ucranianos y polacos no se entendían. Sobre todo mamás con niños, porque los papás se tenían que quedar por la Ley Marcial, a no ser que fueran menores de 18 años”. La activista destacó que “hay mucha necesidad”, porque en su mayoría se trata de personas de limitados recursos económicos: “la gente que tiene dinero marchó antes, pero el éxodo que hay ahora es de gente muy humilde”, aseguró.
“Aquí nadie esperaba la guerra. Los niños en la zona donde estaba yo dibujaban y ellos quieren la paz; por ello dibujan a un ruso y a un ucraniano de la mano, ellos no quieren la guerra, no la entienden, no saben por qué”, recordó con tristeza.
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