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Los All Blacks se quedaron con el primer Cuatro Naciones

Las inocultables diferencias que emergen del resultado final -el más amplio conseguido por los neozelandeses en nuestro país- son consecuencia de una actuación extraordinaria del mejor equipo del mundo, ante un rival que aún en sus mejores momentos, debió soportar la contundencia de un adversario imbatible.

Muestra de ello fue el ilusionante inicio de Los Pumas, que encontró aún mayor sustento en el prematuro try apoyado por Martín Landajo, después de una excelente acción iniciada por Lucas González Amorosino, que refrendó las apetencias ofensivas que indudablemente poseyó el elenco anfitrión.

Sin embargo, no debieron pasar demasiados minutos para que los All Blacks terminaran de “acomodarse” y merced a una notable demostración de perfección, pergeñaron los cuatro ensayos que no sólo cerraron la etapa inicial con un inapelable 32 a 8, sino que advirtieron que podría suceder lo que finalmente ocurrió; amén de liquidar el encuentro.

El complemento
El inicio del segundo tiempo insinuó una recuperación argentina, que le permitió -al menos- posicionarse durante prolongados minutos en territorio neozelandés; sensación que cobró aún más vigor con el ensayo conseguido por Gonzalo Camacho, que no sólo premió el esfuerzo del equipo, sino también a una de las figuras albicelestes en lo que va de la competición.

Pero bastó que transcurrieran algunos minutos para que el equipo kiwi volviese a ejecutar una excelsa sinfonía de vértigo y contundencia, incapaz de ser sostenida por Los Pumas, que como lógica consecuencia comenzaron a desintegrarse estructuralmente, más allá de no haber decaído en su entereza tradicional.

A todo esto, el staff neozelandés concretó mucho antes de lo habitual un aluvión de cambios, con la finalidad de preservar a su “columna vertebral”, con vistas al cierre del sábado venidero en Sudáfrica.

Está claro que si bien es factible caer por cifras expresivas ante el actual campeón mundial, no se preveía una situación semejante. La que entendemos se sustenta mucho más en la extraordinaria actuación neozelandesa que en los defectos argentinos, por más que los propios protagonistas hablen de decepción o se muestren desilusionados.

Anoche, los All Blacks brindaron una cátedra de tal magnitud, que estamos seguros ningún rival de este planeta podría haber soportado.

Amén del rendimiento colectivo ideal, hubo actuaciones individuales que acrecentaron la superioridad, como las del octavo Kieran Read; los wingers Cory Jane y Julian Savea; además de la impecable conducción de los medios Aaron Smith y Dan Carter, directores de una orquesta que en el magnífico escenario platense, ejecutó de manera excepcional.

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