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Santa Fe

La lucha eterna del fútbol de Santa Fe con sus ídolos

¿Se puede tolerar que la ciudad tenga cinco campeones del mundo y ninguno esté cumpliendo alguna función en los clubes?, ¿o que a esas grandes referencias que tienen Colón y Unión se las discuta o se las ignore?

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Por Enrique Cruz (h)

Nunca debió llegar alguien de afuera, como el respetadísimo Francisco Maturana, para decir que “en Colón falta sentido de pertenencia”. Nunca debió salir alguien como Roberto Passucci, integrante de aquél plantel que consiguió el ascenso en el ‘89 en Unión, para decir que “yo caminé por Unión como campeón después de ganarle aquél ascenso y aquella final a Colón, pero nunca me tuvieron en cuenta”. Tampoco nunca debió salir un campeón del mundo, como Nery Pumpido, a decir que “puse dos veces la cabeza por Unión y nunca más volvería a dirigirlo”, u otro campeón del mundo como Pedro Pablo Pasculli a señalar que “a Colón iría hasta de utilero si me llaman, pero nunca lo hicieron y jamás me tuvieron en cuenta, aunque sea para que haga contactos y promocione jugadores en Europa”.

El amigo y colega, Carlos Robledo, me contaba una experiencia personal: “Un día tuve que ir a buscar a un dirigente para decirle que lo dejan pasar al ‘Poroto’ Saldaño, porque ¡no lo dejaban entrar a la cancha!”. Y Luis Olivera, hermano mellizo de Mario, un hombre que llegó al fútbol profesional y vistió la camista de Vélez, dice con mucho de razón que “al sentido de pertenencia lo debe sentir el jugador a partir de lo que le genera la dirigencia; el jugador tiene que sentir que el club es su casa y en eso es clave lo que le inculque el dirigente”.

Siempre pongo de ejemplo a San Lorenzo y a Newell’s, aunque puedo ser injusto. A San Lorenzo, porque ir al Nuevo Gasómetro implicaba encontrarse con las grandes figuras caminando por sus amplios sectores comunes. Uno miraba para un lado y lo veía al “Sapo” Villar (el que más partidos jugó) con Carlos Buttice (el arquero de Los Matadores) o si no, a la “Oveja” Telch —emblema de aquellos tiempos— con el “Gringo” Scotta (un temible goleador que empezó su carrera en Unión). Y en Newell’s, cuando el club estaba en apuros llegó el Tata Martino para dirigirlo (no sólo lo salvó del descenso, sino que lo sacó campeón) y junto con él vinieron Maxi Rodríguez, Heinze, Scocco y compañía.

El Bichi Fuertes es el goleador histórico y el que más veces se puso la camiseta de Colón. En estos tiempos de permanencias efímeras de los jugadores en los clubes, sus marcas son inalcanzables, tanto por los goles como por los partidos jugados. Conclusión: por mucho tiempo, muchísimo tiempo, estos records del Bichi quedarán sin ser batidos. Sin embargo, la sensación que se tiene es que al Bichi no se lo reconoce como lo que verdaderamente es o debiera ser. Por eso, su dolor se expresa en las últimas declaraciones que hizo, no hace mucho tiempo (en enero de este año), cuando dijo que “todos se creen que soy el manager de Colón y me llaman para ofrecerme jugadores. Cuando les digo que no tengo trabajo en el club, no me creen ni tampoco entienden cómo no estoy. Yo tampoco le encuentro respuesta. Habría que preguntarles a los dirigentes. A mí no me gustó cómo se portaron conmigo. Cuando se fue Domínguez, me pidieron que agarre el equipo por los tres partidos que faltaban y después me prometieron que me iba a quedar de manager. Una vez que pasó todo, no me dejaron seguir vinculado al club”.

Es cierto que no se puede comparar a Colón y Unión con los grandes, que se han cansado de ganar títulos. Ni siquiera podemos igualar a lo que pasa en Rosario, porque Newell’s y Central nos llevan diez títulos de ventaja. Pero esa falta de referencias, de ídolos, de jugadores que se conviertan en emblemas, que sirvan a la institución, que sean una “carta de presentación” y un modelo a seguir, es una materia pendiente que tenemos los santafesinos y que se debe revertir de inmediato.

Esta injusticia, con mezcla de ingratitud y olvido, es lo que no sólo les molesta a ellos, sino que genera una imagen negativa para la institución. Un ex jugador de Colón, por el que el club recibió mucho dinero por su venta, me decía: “Hay que poner imágenes de los grandes equipos y jugadores del club ploteando vestuarios, pensiones, diálogo de los jugadores del pasado que entiendan que son historia y no presente, cercanía de los dirigentes y el plantel profesional con las inferiores, y presupuesto, que no es mucho en función de lo que luego le puede llegar a resultar como beneficio deportivo y económico en el futuro. No es plata, es una decisión política”. Ni más ni menos que el ABC de lo que hay que hacer para generar sentido de pertenencia.

No hay dudas que el chico de las inferiores tiene que “matarse” por llegar a la primera, cumplir el primer gran sueño de su carrera con ponerse la camiseta del cuál es hincha, “romperla” para que el club lo pueda disfrutar, vender y generarle un progreso deportivo y económico, y después, sentir ganas de volver cuando todavía esté en plenitud, como alguna vez pasó con la “Brujita” Verón en Estudiantes o con Maxi Rodríguez en Newell’s, sólo por mencionar un par de ejemplos (aunque en Santa Fe también los hubo en alguna esporádica situación).

En ese camino, los ídolos pueden y deben ayudar. ¿A quién tienen como referencia ineludible, indiscutible y vigente los hinchas de Colón y Unión? Cuesta formularse esa pregunta y que no surjan a borbollones esa clase de jugadores. Para cualquiera hay un “pero” o algo que les baja la importancia que tuvieron y deberían seguir teniendo con el paso del tiempo. Revalorizarlos es un deber y una necesidad.

Sería muy bueno, por ejemplo, que se genere el debate futbolero si uno fue más o menos ídolo que el otro. Si los goles del Turco Alí superaron (no en cantidad, sino en importancia) a los del Pepe Castro o el Loco Marzo; o si Pumpido fue más que Luque (los dos campeones del mundo en mayores) o si “Poroto” fue más o menos que el “Bichi” o si Orlando Medina o Saralegui estaban o no a la altura de Cococho o de alguno de esos grandes jugadores de la década del 70.

Parece mentira que el fútbol santafesino haya generado cinco campeones del mundo (Luque, Pumpido, Pasculli, Rossi y Perezlindo) y que ninguno de ellos tenga hoy una misión o una función que desempeñar para beneficio de los clubes, aunque más no sea como referente. Lo mismo el Turco Alí (el goleador histórico de Unión), el Bichi Fuertes (goleador histórico y el que más veces se puso la camiseta de Colón) o el Chango Cárdenas (el que más veces vistió la de Unión).

Es cierto que la responsabilidad es de los dirigentes, que son ellos los que toman las decisiones y establecen las políticas. Si desde la misma dirigencia no se cuida el amor y el respeto por el club en general (su camiseta, sus instalaciones, su hinchada y sus ídolos), es muy difícil que eso surja desde otro lugar.

En 2012, textual de Hugo Benjamín Ibarra en El Gráfico: “En la pensión de Colón, la pasamos muy mal. Ahí surgió el famoso dicho “caballito de ajedrez”… porque comíamos salteado (risas). Teníamos que elegir almuerzo o cena, analizar si nos convenía ir con energía al entrenamiento de la tarde o aguantar y saciar el hambre después de la práctica. Eramos 20 chicos y no nos daban viático, ni una vianda, nada. Y eso que ya me entrenaba con la Primera. Llegamos a tener tanta hambre que mandábamos a los rubiecitos de la pensión, a los más lindos, a que se hicieran amigos de las chicas del barrio Fonavi de atrás de la cancha. Conseguían que los invitaran, y al toque caíamos el resto para llenarnos un poco la panza. ‘Ahí vienen mis amigos’, decían los rubiecitos… Conocí el hambre y el frío, porque no había calefacción. En inviernos nos duchábamos con agua helada. Hacíamos flexiones de brazo, abdominales, calentábamos el cuerpo y entrábamos a las duchas gritando, cantando, dándonos ánimo. La suerte que tuvimos… porque ni una neumonía ni un resfrío nos agarramos, ¡qué grande es Dios! También tuvimos que poner tramperas para las ratas, porque las escuchábamos a la noche. Al otro día aparecían muertas unas cuántas. Muchas de las peores cosas que viví en el fútbol, las pasé ahí. Fui el único de ese grupo en llegar a Primera. Un privilegiado, porque era imposible. Lo conseguí porque tenía un estómago de fierro y la cabeza muy metida en llegar. La primera vez que volví a visitar a mis padres, mi intención fue no regresar más. Pero mirá lo que son las casualidades, porque tenía que volver a Santa Fe a buscar mi pase, la libertad de acción, y en ese interín cambió la Comisión Directiva y un tal José Luis (N. de R.: se refiere a Silva, un ex dirigente ya fallecido) me mandó el pasaje a Formosa para que volviera. Cuando llegué, la pensión había mejorado y a José Luis hasta hoy lo tengo como un gran amigo, porque me vio pasarla mal y ayudó a los chicos con la comida. Ojalá que no haya más directivos que les hagan pasar estas cosas a los chicos y que después se beneficien con sus ventas. A Colón no le costé un peso: viví debajo de la tribuna, no recibí comida ni agua caliente. Después fui vendido en más de 3 millones de dólares. ¿Cuántos quedaron en el camino por eso? ¿Cuántos se han ido por situaciones similares? Hoy se trabaja de otra manera y me alegra muchísimo, pero ojalá nunca más vuelvan a Colón dirigentes como los que padecí. Y quiero separar al hincha de Colón, al que le estaré siempre agradecido. No debe haber confusión aquí, que la gente no se sienta tocada, pero debe saber que han pasado estas cosas”… A Ibarra nunca se le pasó por la cabeza volver a ponerse la rojinegra, claro…

Hay dos deudas pendientes del fútbol de Santa Fe. Una es ésta; la otra es “bancar” los procesos y no soltarlos a la “buena de Dios”. Cuando las “papas queman” aparecen los pibes del club. Y rápidamente, el “vamos, vamos los pibes” se convierte en presión desde afuera y en impaciencia, desconsideración y cambio de plantes adentro. Trullet, Osella y el “Sapo” Oyeras pueden hablar con claridad de esto, cuando tuvieron que salir a la “guerra” con los pibes y mal no les fue, todo lo contrario.

Cuando estas materias se aprendan, posiblemente seremos mejores. Y así, se aspirará a cosas importantes. Y ya que este lunes se cumple un aniversario del inicio del “reinado” de Julio Grondona en el fútbol argentino, una simple anécdota. Un día, en el Riogrande, en una de las entrevistas que pude realizar con él, le pregunté cuál era la fórmula para que Unión o Colón puedan ser campeones. Don Julio se tirá hacia atrás en el sillón, avanzó hacia adelante, apoyó las manos en la mesa y mirándome fijamente, contestó: “Armar un equipo con jugadores del club, que sientan la camiseta”. Y a la camiseta se la siente siendo hinchas o haciéndose hinchas a partir de la valoración de los ídolos, del respeto hacia ellos, de la posibilidad de escucharlos y quererlos, de verse identificados y reconocidos.

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