Luto en el mundo del arte: el adiós a Botero
Este viernes se confirmó la muerte del pintor y escultor colombiano Fernando Botero, uno de los artistas plásticos más relevantes de la historia colombiana, además de ser una figura altamente reconocida a nivel internacional.
La defunción de Botero ocurrió en el hogar del artista en el principado de Mónaco. La noticia fue anunciada, primero, por el periodista Julio Sánchez Cristo, quien recordó que el pintor se vio afectado por una neumonía por la que tuvo que ser atendido en un hospital.
Pese a las complicaciones de salud, el artista antioqueño optó por transitar su recuperación “en la tranquilidad de su casa”, en donde continuó pintando hasta la semana pasada. “Buenos pensamientos a uno de los colombianos mas ilustres que nos han representado en el mundo entero”, fue el mensaje que le envió Sánchez Cristo al maestro Botero horas antes de que se confirmara su muerte.
Posteriormente, la hija del maestro, Lina Botero Zea, confirmó que su padre falleció junto a ella, en la tranquilidad de su casa. “Murió tranquilamente, en paz. Estábamos con el agarrados de la mano, dio su último suspiro y se fue en paz“, contó.
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El legado de Fernando Botero
El pintor y escultor colombiano nació en Medellín en 1932. Se graduó en 1950 en el Liceo de la Universidad de Antioquia, en su ciudad natal. Posteriormente viajó a España para estudiar a los grandes maestros de la pintura española, como Goya y Velázquez.
Sus primeras obras son retratos, paisajes y escenas costumbristas, realizadas con una técnica muy suelta, que se iría empastando progresivamente. A comienzos de los años sesenta, Botero se establece en Nueva York, donde sus pinturas lo convierten en un artista popular en el mercado estadounidense.
En paralelo a su traslado a París comienza a trabajar en sus primeras esculturas, obras que comparten varias características con sus pinturas. El estilo de Botero, plenamente figurativo, se caracteriza -en lo temático- por la representación de personas y animales siempre como figuras corpulentas, incluso claramente obesas.
En la década de 1980 Botero se convierte en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo, y algunas esculturas suyas (especialmente aquellas realizadas en bronce, mármol y resina fundida) comienzan a formar parte del mobiliario urbano de muchas ciudades.