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70 años del “Maracanazo”: Uruguay campeón, Brasil herido y un “arquero maldito”

El pasado 16 de julio de 1950, en la final de la Copa del Mundo, Uruguay le ganó a Brasil por 2 – 1 callando a todo el estadio Maracaná y coronándose campeón en tierras brasileras. Un golpe duro y un “culpable”, el arquero Moacyr Barbosa. Agustín Porta contó en SOL 91.5 lo que ocurrió ese día que marcó la historia de los mundiales.

Barbosa era referente en el Brasil del ´50.

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70 años del Maracanazo de Uruguay

Este 16 de julio se cumplen 70 años del Maracanazo: Uruguay se coronó campeón del mundo ganándole a Brasil por 2 – 1 y callando a todo el estadio Maracaná. 

El compromiso por el título fue dramático y sus consecuencias también. Brasil se adelantó con un gol, arrancando el segundo tiempo, anotado por Friaça. Pero luego llegó el empate obra de Juan Alberto Schiaffino. Ese 1-1 todavía le daba la corona a Brasil.

Hasta que llegó, a los 79 minutos, uno de los goles más impactantes en la historia del futbol mundial, el de Alcides Edgardo Ghiggia. Ese fue en un momento crucial que desmoronó a la selección brasileña y provocó que el campeón sorpresivo sea Uruguay.

Ghiggia selló la victoria de Urugauy.

La caída de Brasil dejó muchas víctimas: se confirmó que hubo suicidios y muertes súbitas. Hubo una decepción colectiva. Brasil quedó en silencio, la tristeza llegó a cada rincón y había que culpar a alguien: Moacyr Barbosa, el “arquero maldito”.

Fue el propio Barbosa quién recordó la jugada que marcaría su vida: “Llegué a tocarla (a la pelota), creí que la había desviado. Escuché el silencio del estadio y tuve que hacer un esfuerzo para mirar para atrás. Ahí me di cuenta de que el balón estaba adentro. Un frío paralizó mi cuerpo y sentí que todos me miraban a mí”.

Agustín Porta contó en SOL 91.5 lo sucedido aquel histórico día y relevó lo que le deparó la vida al arquero Moacyr Barbosa, quién de a poco se fue convirtiendo en una sombra, en un fantasma visible.

 

Su muerte en el 2000

Barbosa falleció el 27 de abril de 2000, en Praia Grande, a los 79 años, por un derrame cerebral. Vivía solo después de la muerte de su esposa, en 1997. Al entierro, cuentan, fueron 30 vecinos de barrio, no acudió ningún dirigente del fútbol de Brasil, ni autoridades. Teresa Borba, una amiga que lo asistió en sus últimos días, cuenta que antes de que muera, repetía “no fue mi culpa, éramos once”.

 

Fuente: El Universo.

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